28.6.08

Una granja, es media tarde. Mis ojos son una cámara pues veo el cromatismo alterado: Un filtro ambarino. En todo caso no contemplo la escena con ojos humanos. Es un rastro, veo las carnes ahumadas secándose al aire, colgando de ganchos y cadenas desde el techo, a unos seis metros de altura. Hay piernas enteras, lomos, cajas torácicas saladas y algunos embutidos de colores macilentos, enfermizos.

Entra un hombre de unos 50 años, increpándose violentamente a sí mismo, pero no puedo oír lo que dice. Lo sigue detrás una mujer de su misma edad, a todas luces su esposa, que lo toma de los hombros aunque él le da la espalda. Lloran juntos, proyectan una aura creciente de arrepentimiento y desesperación.

Han entrado por una puerta que está detrás, al fondo. Me dirijo a la puerta y conforme lo hago, llegan murmullos del otro lado, cada vez más claros, más nítidos. Aumentan en volumen, son gritos de niños. Al menos una decena de niños gritando intensamente, pero es indistinguible si son gritos de miedo o de jubilo. Se hacen más intensos, por momentos un escalofrío me recorre la espalda, en oleadas; o una sensación de alivio cuando me parece distinguir risas entre la cacofonía. Estoy tan cerca de la puerta cerrada que puedo ver los remaches, las fisuras en la madera, el óxido en el metal. Ahora los gritos son casi ensordecedores y más indistinguibles que antes, me llena una sensación combinada de urgencia y pavor por conocer lo que hay detrás. Pero nunca abriré la puerta, el gesto queda allí, en la simple intención.

Despierto y todavía es de noche, las plantas proyectan sombras agudas y altivas...


15.6.08


Estoy en una librería amplísima, de paredes en todos los matices del gris. Es claramente una librería de saldos. Los libros se amontonan en cajas sin ningún orden, salvo la pertenencia a cierta editorial, pero eso sólo sucede en unas pocas cajas. No hay libreros en las paredes, ni carteles o cualquier adorno. Hay muy pocos clientes, pronto se verá por qué. Encuentro una caja con una editorial desconocida, de portadas de un solo color, un azul deslavado sobre el blanco original del papel, lo cual le resta elegancia. Pero publican literatura infantil clásica, presumen de editar los textos íntegros. Veo algo poco visto: Compilaciones de literatura infantil medieval en español antiguo, incluyen rondas y canciones populares, tradición oral. El estudio preliminar describe su vasta relación con la Peste Negra. Lo aparto, sigo escarbando entre los libros (esto es muy normal en este tipo de establecimientos). Se aproxima una dependienta, luce severa con el cabello recogido y lentes sin glamour. Me regaña, me dice en un tono apenas un grado menor al de la histeria que aquí no se hace eso con los libros (pese a que los he amontonado con sumo cuidado). Me dice que si no estoy buscando algo en particular mejor me vaya. Estoy a punto de responderle cuando llama al guardia de seguridad y le pide que me escolte a la salida. Trato de explicarle al oficial, pero me dice que él sólo puede obedecer órdenes.

Así me encuentro de pronto en la calle, miro detrás de mí y veo a la dependienta emocionalmente rebasada, con las manos sobre la barra y con la cabeza hacia abajo. No me importa mucho lo víctima que luce de sí misma. Giro y me doy cuenta que estoy muy lejos de casa, a unos 100 metros hay una carretera de alta velocidad. El camino de regreso luce imposible.

Es decir, al fin soñé otra vez...

9.6.08

El sábado por la noche, de regreso a casa, vi bajo una lluvia feroz a un niño jugando, indolente, cerca de una coladera abierta muy profunda. Pensé en acercarme y advertirle, pero alguien más se me adelantó y el niño reaccionó con agresividad tajante; estaba dispuesto a arrojar una piedra al entrometido indeseable, un reflujo de insultos tiñó el aire. Luego vi que en sus correrías resbaló y metió media pierna en el agujero. No se amedrentó, se levantó, sacudió sus manos, levantó el pie y siguió devaneando, inconsciente, riendo a carcajadas que a ratos sonaban perversas.

Me quedé con la impresión de haber contemplado una parábola.


6.6.08

Las últimas dos semanas han sido indescriptibles, de sueños terribles que, lamentablemente, se olvidan al despertar. No se drenan. Y luego, irrumpen ataques de insomnio incomprensibles, como una luz de fondo sin origen y destino. Me ronda en la cabeza el término de "hiperlucidez", no en un sentido de una inteligencia privilegiada, sino como una luz de alerta proyectándose como al final de un túnel. La mente se llena de imágenes, al serle imposible darles otras sustancias. Se navega por las tinieblas.

Recién leí con desagravio a alguien que afirmaba tajante que "no había inteligencia posible a desarrollar desde la tristeza", yo estoy seguro que eso no es verdad: En todo hay un poco de oscuridad, hasta en la luz. Según esto, ¿cómo queda Cioran?

En cambio, la risa casi siempre está fuertemente ligada al olvido.

1.6.08

En la excelente biografía a Jacques Lacan de Elizabeth Roudinesco, encuentro esta cita de Koyré:

"Es en nosotros, es en nuestra vida, donde se realiza el presente del espíritu."

Lacan subrayaba nosotros, nuestra vida y presente.