16.9.09


Porque la vida se abre paso y la muerte va tímidamente detrás,
como la niña impaciente que es...



Recorro la calle en la madrugada, encuentro una caja de cartón llena de largos rizos dorados y ropa femenina. Los vecinos salen y cada uno aporta algo: zapatos, medias, incluso uñas postizas. Todo luce coherente, perteneciente a la misma persona. Entonces una anciana desconocida trae algo que parece un vestido: es la extensión de una piel humana, aún fresca, en una sola pieza como un guante, la extiende por el concreto. Todos se van y me dejan solo ante los vestigios. Al poco tiempo desde detrás de mí surge una niña con una pelota entre las manos que me entrega, ceremoniosa. "Esta pelota se llama Alessa", me dice al oído, muy seria. Y entonces se va corriendo, despidiéndose, agitando ambas manos...

*

Alessa toca a la ventana, "Amiguito, ¿qué vas a hacer hoy?". "Tengo que trabajar", le respondo. Se me queda viendo sin entender y agrega "regreso al rato"; se va, con una crayola morada en la mano. Horas después regresa, se asoma y dice "¿Ahora sí jugamos?", yo respondo: "Ya voy a dormir, tengo sueño". "Ah, entiendo", dice, con un gesto malicioso. Y se pone a hacer muecas bobas con la cara pegada en la ventana.

Que insalubre.

*

Llega y me ve otra vez muy ocupado. "¿Te ayudo?, me dice y yo le pregunto: "¿cómo podrías ayudarme?". Extiende sus manitas y suelta un puñado de bichos repugnantes que se van corriendo por todos lados, son enormes. Aterrado los rocío con insecticida, pero son inmunes, los tengo que rastrear y aplastar uno por uno. Y sólo entonces ella dice, muy feliz: "¿Viste? ¡Ya no te preocupa el trabajo!"

*

La veo sentada con los pies al borde del balcón, trae una diminuta armónica y desde hace rato la está tocando. Se le ve un poco triste.

*

Alessa trae un teléfono de juguete que a cada rato suena de súbito, me pone los nervios de punta. A ella, por supuesto, no le molesta. Lo contesta y plática bajito, con muchas risitas. Me empiezo a preguntar si el aparato en realidad funciona. Cuando se va, noto que ha dejado su juguete, quizás suene en cualquier momento. Tiene la forma de un conejo, luce tan antiguo.

*

Le pregunto qué hace durante el día y sólo abre mucho los ojos, totalmente confundida.

*

Alessa trae de la mano por la calle a una mujer que no deja de llorar, el cabello le cubre el rostro. "Mira lo que me encontré, ¿me la puedo quedar?". Se dedica todo lo que queda de la noche a peinarla y probarle sombreros y vestidos.

*

"¿Quién es Alessa?", me dice, mientras se pone un antifaz rojo de nariz grotesca y plumas que acaba de pintar a mano: "hoy me llamo... Judit".

*

Es la primera vez que la niña se acerca a mí, callada y con un aire solemne, me extiende su manita. "¿Es la hora?", le pregunto. Me mira largamente. "Es sólo un ensayo", me dice. Y quita su mano, sonríe, se da la vuelta, corre con todas sus fuerzas, comienza a jugar en el patio. Pero esta vez su juego algo tiene de exaltado, de frenético.

*

Por la mañana encuentro un trapo cubriendo la canasta de las frutas, lo quito para tomar una manzana, pero sólo hay juguetitos y dulces.