Una noche, a las 3 am, cuando vivía solo, me despertaron unos golpes en la puerta. Pensé que lo había soñado hasta que tocaron en la casa vecina, y luego la siguiente y la siguiente. Que yo sepa nadie abrió. Al otro día había una suerte de rastro de aceite sucio en el suelo, continuo, como de un objeto pesado arrastrándose. Iniciaba y desaparecía en un punto. Así, de repente.
Meses después aparecieron en distintas casas varios grafitti trazados con ese mismo aceite sucio. Insultos escritos con cierta rabia, no iban dirigidos a nadie en particular, como disparos al aire.
Tal vez así como existe la otredad, existe también el tercero: un presentimiento invisible con su propia voluntad. Un vecino que ni sospecha nuestra existencia, ni sospechamos la suya. Quizás lo único que nos une es la sensación abstracta de amenaza mutua...
Meses después aparecieron en distintas casas varios grafitti trazados con ese mismo aceite sucio. Insultos escritos con cierta rabia, no iban dirigidos a nadie en particular, como disparos al aire.
Tal vez así como existe la otredad, existe también el tercero: un presentimiento invisible con su propia voluntad. Un vecino que ni sospecha nuestra existencia, ni sospechamos la suya. Quizás lo único que nos une es la sensación abstracta de amenaza mutua...