30.4.08

Una noche, a las 3 am, cuando vivía solo, me despertaron unos golpes en la puerta. Pensé que lo había soñado hasta que tocaron en la casa vecina, y luego la siguiente y la siguiente. Que yo sepa nadie abrió. Al otro día había una suerte de rastro de aceite sucio en el suelo, continuo, como de un objeto pesado arrastrándose. Iniciaba y desaparecía en un punto. Así, de repente.

Meses después aparecieron en distintas casas varios grafitti trazados con ese mismo aceite sucio. Insultos escritos con cierta rabia, no iban dirigidos a nadie en particular, como disparos al aire.

Tal vez así como existe la otredad, existe también el tercero: un presentimiento invisible con su propia voluntad. Un vecino que ni sospecha nuestra existencia, ni sospechamos la suya. Quizás lo único que nos une es la sensación abstracta de amenaza mutua...