26.11.08

Un cielo azul ante la ventana, escucho golpes persistentes que resuenan por todo el vidrio. Sólo veo una mancha de líneas finas que aparece, que va y viene. Entre la curiosidad y la imprudencia abro los cristales y entonces esta figura entra y va directo a mí. Luchamos en el suelo un rato, la aprisiono entre las manos. Se siente como si tuviera un manojo de agujas que desesperado intento triturar, siento que me sangra una herida en el cuello y el rostro. El contorno cede, abro las manos lentamente. Trato de encontrar una forma conocida entre el manojo de astillas hasta que, súbitamente, todo cobra un sentido: Es el esqueleto antinaturalmente blanco de un ave. El cráneo es fino, delicado y brillante como el marfil pulido.

"¿A qué huele?", me pregunta alguien detrás de mí. "Huele a médula", le respondo, mientras aspiro mis manos sobre mi rostro...

18.11.08

"Vivo mi soledad como quien convive con una enfermedad venérea", me dice una mujer (a todas luces Greta Garbo, en su plenitud) en medio de una suerte de cena elegante. Lo dice en un idioma que entiendo pero no reconozco, quizás es sueco. Ella sostiene una copa de vino entre sus elegantes manos, comienza a reír mientras el resto de los comensales prosiguen con lo suyo, no reconozco a nadie más. "Existe más de un Valhalla porque existe más de un tipo de guerra", agrega. Y se desvanece. La blancura de sus hombros se entrelaza con la del techo iluminado por la primera luz del día.

8.11.08

Estoy flotando en un líquido turbio y denso. No me muevo. Se escuchan borboteos arrítmicos a mi alrededor. Trato de ver que es, pero me rodea la oscuridad. Tal vez puedo respirar bajo el agua, no tengo la menor urgencia por subir a tomar aire. Tengo la sensación de que me extiendo hacia todas partes, tanteando en busca del origen del sonido, que suena cada vez más desesperado. Una presencia pesada a mi alrededor. Ha dejado de moverse, pero puede sentirse, sigo tanteando. Lo primero que tocan lo que posiblemente son mis manos es la coyuntura inversa de una axila, a lo cual sigue la suavidad de un hombro invertido. El cuerpo está inerte, blando, quizás muerto. Lo palpo, trato de visualizarlo. A juzgar por mi exploración táctil, toda su superficie está indiferenciada, como si fuera de plástico, pero su piel se siente orgánica, como la piel de un delfín. Encuentro el cuello, puedo sentir su estructura ósea. El cuello se extiende, es mucho más largo de lo que debería ser, si fuera humano. Encuentro la cabeza, siento su cabello entre las manos, muy largo y enredado. Llego al rostro, por más que lo exploro en la oscuridad no encuentro las cavidades de los ojos, o su nariz, ni siquiera orejas. Sólo siento una enorme abertura que cruza la cabeza de extremo a extremo, debe ser la boca o una inmensa herida. El labio inferior se siente enorme y grueso, belfo. Cuando lo suelto puedo sentir que en lugar de hundirse se eleva. Nado hacia la profundidad, indiferente. Unos cuantos metros hacia abajo veo cierta claridad, y de pronto el círculo del sol, que luce dorado entre la negrura de las aguas. Pero sigo sintiendo que voy hacia abajo: Este mundo está invertido.