22.10.08


Caen columnas de agua desde el techo, por toda la casa. Hay partes que incluso forman un flujo consistente, en otros apenas y es un goteo. La casa es mucho más grande de lo que es en la realidad. No hay muebles. Tocan repetidamente en la puerta del patio, las cortinas frente la ventana evitan ver claramente al visitante, que sigue tocando cada vez más insistente. Finalmente llego a la puerta y despliego la cortina, pero no abro la puerta. El patio es enorme, y detrás se extiende una planicie verde como ningún lugar que conozca en vida, bajo un sol que arde esplendente. Quizás es la antesala a una selva tropical, un infierno verde. Quien toca es una niña de unos 12 años, con los ojos cubiertos adrede con el cabello, tiene un gesto juguetón y una sonrisa desencajada que le da una impresión a su rostro de máscara grotesca. Cubre su boca con las manos, como haciendo un "túnel", y sopla sobre el vidrio, empañándolo, traza una X sobre el vaho (es el gesto desaprobatorio de un tache, más que la letra). Lo borra y vuelve a soplar, esta vez traza una flecha que apunta hacia arriba. Giro y lo veo, sobre la puerta y en todo el techo crece una enredadera, hay grietas por todas partes. Está partiendo la casa en dos, a fuerza de crecimiento.

*

Juguetería nocturna. Busco la salida, pero sólo encuentro candados y puertas insólitamente fundidas. Voy recorriendo sus pisos en busca de una puerta o un teléfono. Cada piso está dedicado a una edad distinta, siendo el último donde se promueven los juegos de azar y todo tipo de pasatiempos adultos. No hay electricidad y sobre las ventanas hay una rejilla delgada, no puedo ver hacia afuera. Sigo recorriendo los pasillos. La alborada ya se asoma allá afuera, a juzgar por la tenue claridad que ya entra y que se filtra detrás de las exhibiciones. Llego al sótano, está repleto de cajas neutras de cartón, es claramente una bodega. Al final de un corredor hay un cuarto de paredes perfectamente selladas. Hay muchas cajas rotas, hechas trizas, aquí la oscuridad es particularmente densa. Sin embargo, hay un chasquido constante, continuado por chispas que caen al suelo, como un corto eléctrico. Entro al cuarto y al mirar hacia una de sus esquinas una llama de encendedor ilumina casi nada el espacio. Murmullos de dolor y el encendedor se apaga de nuevo. Ruido de cajas y celofán desenvolviéndose. Se enciende de nuevo la llama. Dos niños examinan unos segundos lo que han desenvuelto y lo tiran lejos, desaprobándolo, el suelo está lleno de juguetes desenvueltos. La escena se repite una y otra vez, es más un ritual que una búsqueda auténtica. Será imposible saber que es lo que buscan.

*

Un llanto infantil en la oscuridad. Uno de aquellos sueños que se sienten como transmisiones de radio: es sólo ruido.

*

Relampagueos entre las nubes, atisbos de témpanos flotantes. El letargo de los habitantes más antiguos del hielo. Un rastro de huellas de distintos animales sobre la nieve forman un círculo. No hay vestigios de un recorrido fuera de la ronda, como si las criaturas hubieran desaparecido súbitamente en el aire.


19.10.08

Una niña gentil, de un cabello largo y lacio, de rasgos indígenas, sentada de lado al final de una larga escalera de caracol, con las manos sobre las rodillas flexionadas. Las amplias aperturas y el objeto elevado en medio del recinto revelan que se trata de un campanario. Afuera la noche luce brillante porque la única luz en el entorno proviene de la luna. Toda la escena es una monocromía en matices de azul cobalto.

"Too late, kid", dice, mirándome, y estalla en carcajadas. Oscuridad.