17.7.08

Niños-demonio de un rojo encendido en los contornos, de cuerpos delgados y transparentes. Deslumbran en la oscuridad, su brillo parece aumentar y apagarse según su respiración. Están reunidos estrechamente al fondo de una fosa o una cueva o alguna otra cavidad subterránea, como una camada de crías. Uno roe un hueso largo, quizás un fémur. No inquietan, se ven tan naturales como cualquier otra cosa. No interactúan entre sí, al contrario, parecen inmersos en una suerte de soliloquio animal e indolente de recién nacidos. En el aire hay un aroma a hongos y tierra húmeda, pero no es desagradable.

Delirios de fiebre.