17.11.07



Aquella tarde, bajo las sábanas aún tibias entre ella y yo, de pronto tuve una visión. Ante un cielo sangriento, a todas luces un atardecer eternizado, vi una mujer envuelta en un velo blanco. Era imposible ver su rostro, cubierto por sus manos e inclinado hacia adelante, envuelto en el mismo velo como una capucha. Y lloraba, su llanto ha sido el más amargo que he escuchado alguna vez. No terminaba nunca. No creo en ninguna religión, en ninguna, pero eso fue lo que vi. Yo sé que fue tan sólo un sueño, pero hay días en que no dejo de escuchar ese llanto...