5.9.08

Estoy en una cadena de edificios de departamentos abandonados, en ruinas. Camino entre los cuartos sin puertas del piso más alto. Los edificios están interconectados por andadores, algunos de ellos están derrumbados o son intransitables. El cielo luce de un azul esplendente, sin nubes. El sonido del viento es ensordecedor y resuena con un ulular de magnitudes caóticas. Estoy con la espalda contra el muro, me asomo poco a poco por la entrada sin puerta de un departamento. Miro hacia el cielo. Arriba yace flotando una figura con una sola ala extendida (no queda claro si su otra ala está replegada o si realmente carece de ella). No logro comprender qué es, acaso una gárgola o un demonio o cualquier otra entidad mitológica. Sólo flota allí en el cielo, completamente estática, como una L invertida. El polvo que trae el viento lastima mis ojos y debo parpadear varias veces. La figura cambia, se adelgaza y engrosa a intervalos regulares. Decido asomarme por completo, me sostengo del borde del andén con ambas manos y trato de enfocar los ojos. Miro atentamente hasta comprender, veo que van cayendo lo que parecen ser partes de su cuerpo, pero sin devastarlo. Al fin lo veo claramente: No se trata de criatura alguna, es una herida abierta en el cielo. Y sangra profusamente...