26.11.08

Un cielo azul ante la ventana, escucho golpes persistentes que resuenan por todo el vidrio. Sólo veo una mancha de líneas finas que aparece, que va y viene. Entre la curiosidad y la imprudencia abro los cristales y entonces esta figura entra y va directo a mí. Luchamos en el suelo un rato, la aprisiono entre las manos. Se siente como si tuviera un manojo de agujas que desesperado intento triturar, siento que me sangra una herida en el cuello y el rostro. El contorno cede, abro las manos lentamente. Trato de encontrar una forma conocida entre el manojo de astillas hasta que, súbitamente, todo cobra un sentido: Es el esqueleto antinaturalmente blanco de un ave. El cráneo es fino, delicado y brillante como el marfil pulido.

"¿A qué huele?", me pregunta alguien detrás de mí. "Huele a médula", le respondo, mientras aspiro mis manos sobre mi rostro...