8.11.08

Estoy flotando en un líquido turbio y denso. No me muevo. Se escuchan borboteos arrítmicos a mi alrededor. Trato de ver que es, pero me rodea la oscuridad. Tal vez puedo respirar bajo el agua, no tengo la menor urgencia por subir a tomar aire. Tengo la sensación de que me extiendo hacia todas partes, tanteando en busca del origen del sonido, que suena cada vez más desesperado. Una presencia pesada a mi alrededor. Ha dejado de moverse, pero puede sentirse, sigo tanteando. Lo primero que tocan lo que posiblemente son mis manos es la coyuntura inversa de una axila, a lo cual sigue la suavidad de un hombro invertido. El cuerpo está inerte, blando, quizás muerto. Lo palpo, trato de visualizarlo. A juzgar por mi exploración táctil, toda su superficie está indiferenciada, como si fuera de plástico, pero su piel se siente orgánica, como la piel de un delfín. Encuentro el cuello, puedo sentir su estructura ósea. El cuello se extiende, es mucho más largo de lo que debería ser, si fuera humano. Encuentro la cabeza, siento su cabello entre las manos, muy largo y enredado. Llego al rostro, por más que lo exploro en la oscuridad no encuentro las cavidades de los ojos, o su nariz, ni siquiera orejas. Sólo siento una enorme abertura que cruza la cabeza de extremo a extremo, debe ser la boca o una inmensa herida. El labio inferior se siente enorme y grueso, belfo. Cuando lo suelto puedo sentir que en lugar de hundirse se eleva. Nado hacia la profundidad, indiferente. Unos cuantos metros hacia abajo veo cierta claridad, y de pronto el círculo del sol, que luce dorado entre la negrura de las aguas. Pero sigo sintiendo que voy hacia abajo: Este mundo está invertido.